La princesa marimandona

La princesa mandona.

Priscila era una mandona. Daba ordenes a todo el mundo.
“Ponte la corona recta”, decía al rey. “Quiero un vestido nuevo” decía a la reina. “Ven aquí.. haz esto.. haz eso!, ordenaba a los criados de palacio, y por eso todos la llamaban la princesa marimandona.
En su sexto cumpleaños, la princesa dio una fiesta, y un mago que había oído hablar de ella, decidió hacerle un regalo especial, el regalo ideal para una mandona.
Cuando llegó, la princesa y sus amigos jugaban en el salón, y la princesa se divertía dando órdenes a sus invitados.
- Qué bien, otro regalo – dijo, quitándole la caja al mago.
- Rompió el envoltorio y sacó el par de botas más bonito que había
visto jamás. Se las puso y, en cuanto ató los cordones, las botas intercambiaron una sonrisa.
- Adelante- dijo la bota derecha.
- - Paso rápido – indico la izquierda- Soy yo quien da las órdenes.
Pero las botas no le hicieron ni caso.
- ¿Lista para correr?- Preguntó la bota derecha.
- ¡No!- dijo la princesa.
- Sí- contestó la bota izquierda.
Echaron a correr por un campo embarrado y luego colina arriba. La princesa ya jadeaba de tanto correr, pero las botas siguieron su marcha.
Por fin, llevaron a la agotada y sucia princesa de vuelta a palacio, donde el mago la esperaba.
-¡LLEVATE ESTAS BOTAS ESTUPIDAS!- chilló ella.
-Solo si me lo pides “por favor”- contestó él.
La princesa Marimandona jamás había dicho aquello. Miró las botas, que estaban impacientes por salir corriendo otra vez…
-¡POR FAVOR!- gritó, y, como por encanto, las botas desaparecieron de sus pies.
Desde entonces, la princesa Priscila siempre dice “por favor” y “gracias” y ¡no ha vuelto a ser mandona!

Desconozco su autor.