Hace muchos años, en un país lejano, vivía un princesa muy guapa, llamada Zulema. La fama de su hermosura, se extendió por todos los reinos vecinos, desde donde empezaron a llegar príncipes y caballeros, que querían hacerle su esposa, pero ella las rechazaba a todos.
Un día su padre, el Rey, al ver que su hija no se decidía por ningún príncipe le dijo: " Zulema, hija mía, organizaré un torneo y el vencedor será tu esposo"
La princesa al oír esto se puso muy triste, pues quería a Omar, un apuesto joven que trabajaba en el palacio, el cual también estaba enamorado de la princesa, pero como era pobre no podía aspirar a casarse con ella.
El día del torneo se acercaba. Omar y la princesa no sabían que hacer. Un día Omar le dijo a la princesa: " He tenido un idea, lucharé en el torneo y se venció, tu padre no tendrá mas remedio que concederme tu mano, ¿qué te parece?."
La princesa al oír esto, vio un rayo de esperanza, Omar era alto y fuerte y sabía luchar, tenía muchas posibilidades de ganar. La princesa le dijo abrazándole: Me parece una idea estupenda, pero ¿cómo te reconoceré?.
"Lo sabrás iré distinto a todos" dijo Omar
Y llego el gran día, todo el pueblo estaba allí, los participantes llegaron en sus preciosos caballos engalanados y sus armaduras relucientes, plata unos y negros otros. Cuando ya el rey iba a dar la orden, para empezar, apareció un jinete vestido con una armadura rojo brillante, pidió al Rey permiso para luchar, este se le concedió y el torneo comenzó.
Los caballeros luchaban y se iban eliminando, solo quedaban ya dos, uno de armadura negra y el caballero de rojo, los dos eran muy buenos no se sabía quien iba a ganar. El corazón de la princesa latía apresuradamente, Omar no podía ser otro que el caballero de rojo.
De pronto un golpe del rojo, dio de lleno al de negro, que cayó de un golpe al suelo.
Todo el pueblo se puso en pie gritando: "¡Vencedor, vencedor!"
La princesa estuvo apunto de desmayarse cuando el caballero inclinándose ante el Rey y su familia, descubrió su rostro, ¡era Omar!. El monarca no se lo podía creer " ¡Tú! " le dijo.
Omar le contesto: " Señor, os pido perdón por mi atrevimiento, pero amo a vuestra hija".
"¿Y tu hija mía ?", pregunto el Rey
"Yo también padre", dijo la princesa.
El rey, miró a los jóvenes y vio que realmente se querían mucho y como conocía a Omar y sabía que era un buen muchacho, dio su consentimiento para que se casaron.
La boda se celebró por todo lo alto, las fiestas duraron meses. Zulema y Omar fueron muy felices y años más tarde, cuando el Rey se retiro, ellos se convirtieron en los Reyes de aquel lejano país, donde gobernaron con bondad, sabiduría y acierto, por lo que fueron siempre muy queridos.
Cuento sacado de la página cibercuentos.
martes, 18 de noviembre de 2008
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